El juego de Ender, de Orson Scott Card

25 febrero 2014

La Tierra está amenazada por los insectores, extraterrestres con forma de bichos y gran inteligencia. Los hombres se preparan para la guerra. Llevan años recluyendo a niños para entrenarlos en el arte de la batalla. Ellos son su única esperanza. 

Ender es uno de esos críos. Es el tercero de tres hermanos brillantes. Los niños son experimentos. Normalmente a las familias no se les permite tener tres hijos, pero sus hermanos resultaron excelentes, aunque uno muy violento y otra demasiado sosegada, por eso nació Ender, para ver si el tercero era igual de listo, pero más equilibrado.

El protagonista es un chico que ha crecido, como el resto de niños, con un chip, un dispositivo a través del cual lo han vigilado para saber si él podría ser un soldado válido para la batalla. Ender, que en realidad se llama Andrew, es tímido y muy observador, que se desvive por su hermana, Valentine, y que teme muchísimo a su hermano mayor, Peter.

Desde la Flota Internacional, la organización militar de carácter mundial, ven pronto que el chico tiene un grandísimo potencial, así que lo reclutan, y se lo llevan a la Escuela con apenas cinco años. La Escuela es una nave situada en el espacio que viene a ser una academia durísima.

Esto es, lectores, el argumento de El juego de Ender, de Orson Scott Card, un clásico de la ciencia ficción moderna que no podía dejar pasar.

Me ha llamado mucho la atención que los niños soldados, porque de eso hay mucho en esta novela, no se comportan como tales, es decir, muestran una madurez pasmosa. A mí no me ha molestado, pero entiendo que pueda resultar poco creíble a algunos lectores.

Por otro lado, el libro se detiene en exceso en la parte del adiestramiento, y hay escenas que me han resultado difíciles de imaginar, en especial, los entrenamientos en gravedad cero. Las peleas cuerpo a cuerpo con pistolas especiales no son lo único curioso, los soldados juegan en tabletas digitales, además tienen simulaciones la mar de reales. ¡Y pensar que la novela se escribió allá por los setenta!

Pronto Ender será el alumno más aventajado, y pasará de ser un simple recluta a estar en la posición más elevada. Tendrá algún que otro amigo, pero muchísimos enemigos: él, ya acostumbrado al bullyng, sufrirá aquí un acoso continuo que se llevará al extremo: hay escenas duras, inesperadas.

Sí me ha gustado la sociedad en la que se desarrolla la acción, aunque he echado en falta un poquito más de desarrollo, pues los aspectos políticos no me han quedado del todo claros. Los diálogos también merecen la pena, sobre todo aquellos en los que Ender se cuestiona si los insectores realmente existen, si se están entrenando para luchar contra ellos o para controlar una posible revolución de los humanos. 

Y es que no hay libertad de ninguna clase. Los niños son casi arrebatados a las familias para combatir. La raza humana debe aniquilar a aquella otra con la que, por cierto, nunca jamás ha intentado hablar: esto es, ni más ni menos, que la supervivencia de una raza a base del genocidio de la otra. En este caso, la realidad no se aleja tanto de la ficción. La novela no resulta ajena, y eso, de verdad, da miedo.

A aquellos que tienen el control no les importa más que el fin, no los medios. Con Ender harán lo que deseen, no le darán la opción de elegir, lo aislarán y lo pondrán en situaciones extremas, manipuladas al máximo, para sacar de él lo mejor y lo peor, tanto que el protagonista temerá convertirse en aquello en lo que más odia, su hermano Peter, un monstruo en potencia.

En la nave hay niños de todas las nacionalidades, y en este sentido me llama la atención que el español sea uno de los más malos que hay a bordo. No sé si su nacionalidad la cambian en función del país en el que se haya traducido la novela, pero es algo que me ha parecido curioso. También es llamativo el hecho de que solo aparezca un personaje femenino en la nave, claro que Valentine, la hermana del protagonista, compensa, en cierto modo, el desequilibrio.

Se profundiza, especialmente, en el personaje principal, en sus luces y sombras. Estamos ante un protagonista que resulta oscuro, pero que no deja de ser un niño que habla como un anciano. Me ha gustado cómo evoluciona; es un personaje redondo que pierde la inocencia a base de golpes emocionales y físicos. El poder conlleva soledad, para Scott Card.

La historia está narrada en tercera persona, y cada capítulo comienza con una conversación, un diálogo que gira en torno a Ender y que mantiene Graff, uno de los coroneles que supervisan al chico, con alguien más, pero del que se desconoce su identidad.

Por cierto, El Juego de Ender es el primero de una saga de cinco, pero hay otros tantos libros más que giran en torno a este mundo, y eso que este libro tiene un final cerrado. En cuanto a ese desenlace, sin duda sorprende. El giro que se produce en las páginas finales de la novela es acertadísimo y sorprende.

En cuanto a la edición, la mía, de 2005 y en bolsillo, es muy manejable, pero cuenta con faltas ortográficas y de traducción importantes. Desconozco si Ediciones B la corrigió en tiradas posteriores, la verdad.

La distopía no es algo nuevo, ni muchísimo menos, es una corriente literaria que ha vuelto pisando fuerte gracias a libros como Los Juegos del HambreQuizá porque he leído ya varios libros de este tipo, esta novela no me ha impactado tanto como pensaba. Sin embargo, con todo y con eso os la recomiendo. Merece la pena conocer a su protagonista, un niño grande, además transmite un mensaje importantísimo desde un punto de vista crítico: la libertad del individuo y unos medios, más que cuestionables, para conseguirla.

Cincuenta sombras de Grey, el fenómeno

20 febrero 2014

El otro día fui a la farmacia y menuda sorpresa me llevé cuando junto al mostrador vi un estante repleto de cosas de Cincuenta sombras de Grey

Había visto los libros en las secciones de ropa interior de unos grandes almacenes, también en plenos supermercados, ahí, en medio de los plátanos y las manzanas, pero esto no lo esperaba: ¿qué hacen los libros de E. L. James entre aspirinas? 

Mi madre y yo, que ya os dimos nuestra opinión sobre la trilogía, nos quedamos a cuadros: la trilogía ha dado lugar a toda una colección de juguetes sexuales que se venden en las farmacias. En el folleto explicativo, cada uno de los objetos viene acompañado de un pequeño fragmento de la historia, una escena en la que los protagonistas, se supone, lo usan. Además, también se incluye una breve descripción del producto en sí.

Y eso es lo que os muestro hoy, porque a mi madre y a mí nos dio la risa al leer lo siguiente. ¿Qué es ese ingrediente misterioso llamado "almizcle de Christian Grey"? ¿Alguna idea, lectores? Nuestras teorías son demasiado descabelladas... 


Por cierto, ademas de juguetes eróticos, también hay lencería y joyas inspiradas en los libros. En fin, queda Anastasia y Christian para meses, pues la primera parte de las tres películas llegará a los cines para San Valentín de 2015.

Y mientras el día del estreno se acerca, los rumores seguirán ahí: lo último, aunque parece que desmentido, es la relación sentimental entre Dakota y el multimillonario que inspiró a James para crear el personaje de Grey. Lo dicho, todo un fenómeno.

El aire que respiras, de Care Santos

18 febrero 2014

Antoni Rogés fallece dejando a su hija, Virginia, a cargo de Palinuro, la librería de viejo familiar. Ahora ella, que nunca ha sentido la misma pasión que su padre por esta profesión, sin saber muy bien qué hacer con una serie de documentación y libros en los que su progenitor se hallaba inmerso, decide dárselos a su amiga escritora, nuestra narradora, para que ella haga lo que desee con ellos. Todos los papeles parecen guardar alguna relación con una persona llamada Guillot.

Este es el arranque de El aire que respiras, de Care Santos. En esta novela, la tercera que leo de la autora catalana, la literatura tienen un peso fundamental. El hilo conductor, quien nos guía por esta historia, es una obra prohibida, "Memorias secretas de una mujer pública", uno de los trece libros de la colección de ese tal Guillot.

La Barcelona de Care Santos recuerda de forma muy ligera a la de Carlos Ruiz Zafón. La autora teje un magnífico telón de fondo, nos cuenta cómo Las Ramblas se erigieron en la ciudad condal, nos hace un recorrido histórico por ella desde el siglo XVIII y XIX hasta la actualidad.

Presente y pasado, por tanto, se entremezclan, pero no hay equilibrio entre ambos. A mí la historia protagonizada por Virginia, su pareja, que es un librero, y la narradora no me ha despertado la curiosidad. Apenas sabemos de ellos, y ese no triángulo no me ha convencido: el presente me ha parecido excusa nada atractiva para presentarnos ese pasado tan interesante. En este sentido, lo cierto es que tampoco ha ayudado los continuos saltos temporales que se producen, y que desconciertan.

Los ingredientes de la novela son traición, secretos familiares, envidia, desamor, tragedia, tintes negros... Este es un libro apasionado sobre libros, y ese amor es lo que hará salir lo peor del ser humano, encarnado en la figura de Néstor Pérez de León, un personaje despreciable como pocos. 

El escenario lo construye la autora a la perfección, quizá con demasiado detalle, y esa es una de las principales dificultades con las que se encontrará el lector: Santos ha hecho un trabajo de diez de documentación, y da la impresión de que lo quiere contar todo en esta novela. Se detiene mucho en datos de los que se podría haber prescindido, sobran descripciones, páginas. A veces el fondo cobra más protagonismo que los personajes principales y sus acciones, lo que hace que la trama avance lenta, y no es hacia la mitad cuando cobra ritmo, sobre todo tras ese giro final tan inesperado.

Por otro lado, estamos ante una novela coral, incluso colectiva, en la que no hay un solo protagonista, sino varios cuyas historias se unen al final. El elevado número de caracteres, y más al principio, hacen que el lector pueda perderse. Este es el otro punto negativo: aparecen muchísimos personajes, unos reales y otros ficticios. La mayoría de ellos se presentan al lector mediante las páginas del Diccionario de Excéntricos y Egocéntricos en la Barcelona de antaño y de Valientes, aventuras y heterodoxos que merecen ser recordados, dos obras inventadas por la autora para dar veracidad a los hechos que se narran.

Como ya hizo en Habitaciones cerradas, y que tan bien resultó, aquí recurre a la mezcla de textos. Además de la narración normal, hay pasajes de dichos libros, pero también hay correspondencia de los personajes, fragmentos de diarios, citas de leyes y frases célebres relacionadas con la literatura.

Unas partes y otras se diferencian por el tipo de letra. La tipografía es un detalle más de una edición de diez. Cada letra inicial de los capítulos es una capitular que ocupa unas seis líneas de texto. Además, dentro de los episodios las separaciones se indican con un dibujo de una ramita de acacia de siete hojas, el ex libris de Guillot. Por otro lado, las páginas de las enciclopedias se adornan con motivos florales. La edición está cuidadísima, trata de imitar los libros antiguos.

El narrador es omnisciente, pero en las cartas y diarios se usa la primera persona. Aparte de los saltos temporales, hay saltos en la voz narrativa. Por cierto, la obra está escrita en prosa, pero incluye algún que otro verso.

Sí me gusta que vuelva a mezclar realidad y ficción, que juegue con el lector, que se cuestiona si aquello sobre lo que lee fue una vez cierto. Eso lo hace francamente bien. Es más, aporta veracidad a la historia el hecho de que se oculte el nombre de la amiga de Virginia, de modo que quien parece que investiga y escribe la novela que leemos es la propia Care Santos.

El aire que respiras tiene un argumento original, pero falla en su contenido, no tanto en su forma, pues resulta enrevesado. Se trata de una novela descompensada, que cuenta con un magnífico escenario, muy trabajado, pero el excesivo número de personajes, los continuos saltos en el tiempo y su fortísima carga histórica, hacen que no sea, para mí, un libro que recomiende a la ligera. Sin embargo, estoy convencida de que gustará especialmente a los bibliófilos, y a los que guardan una relación estrecha con Barcelona. 

Amor a primera vista en la literatura juvenil

14 febrero 2014

El amor no es como lo pintan. Las relaciones de dos no son tan complicadas como muestran las telenovelas de sobremesa, ni tan fáciles como aparecen en algunos libros juveniles.

En estas novelas lo romántico no queda relegado a un segundo plano, sino que juega un papel esencial: es el ingrediente clave. Si de una página a la siguiente el protagonista está dispuesto a morir por el otro, la historia pierde fuerza. Cuando un rico plato no se cocina a fuego lento, el resultado varía y lo que podría dejar un buen sabor de boca se queda en un regusto pasable y, además, en este caso, dulzón.


En El Secreto del Amor, del periodista y escritor Daniel Blanco, una mirada basta para que la princesa Isabel y el plebeyo Diego enloquezcan, aunque todo el mundo esté en contra de su relación. En la corte de Edom, en la que se desarrolla la historia, las conspiraciones están a la orden del día y la principal víctima será la única hija del rey, obligada a casarse con un traidor disfrazado de siervo fiel. La prosa está muy cuidada, incluso lo esotérico que hay en sus hojas le da frescura, pero el puzle no encaja bien. Lo que falla es la pieza central: el amor nace entre los personajes a una velocidad pasmosa. A ello se suma un precipitado desenlace que no convence.

Cosa de magia es también la relación de Blanca y David en Cierra los ojos y mírame, de Ana Galán y Manuel Enríquez, aunque en este libro no resulta tan forzada. Y es que el amor no pasa al primer plano hasta bien avanzada la novela, pero cuando lo hace se desarrolla de forma tan precipitada que el lector se queda con la sensación de haber engullido un plato a medio cocinar. ¿Por qué ocurre esto, cuando además se trata de novelas valientes que aprueban en otros muchos puntos? Porque el romance, el ingrediente principal, está crudo. Ahora bien, la historia merece, por otro lado, la pena: uno de sus protagonistas es invidente, no puede ver, y nos da toda una lección de superación personal. Además, se cuenta el proceso de educación de un perro lazarillo, hay un inmenso amor hacia los animales. Cuanto menos, de verdad, se merece un fuerte aplauso, al margen de esa historia de amor que hace aguas. No miento cuando digo que hacen falta más libros así, arriesgados, que ayuden a desterrar prejuicios. El título, además, viene en Braille en la cubierta, todo un detalle.

En Pulsaciones, de Javier Ruescas y Francesc Miralles, también la pareja protagonista se enamora en tres días, aunque luego la relación se trabaja mediante un buen puñado de mensajes de texto. Tampoco en Marca de nacimiento, de Caragh M. O'Brien, y aquí siento que voy a contracorriente, Gaia y Grey me atrapan. Será hermoso morir juntos, de Manuela Salvi, también me resultó tres cuartas partes de lo mismo. 

Y es que nadie de un día para otro regala su corazón al primero con el que cruza la mirada. Cupido en la vida real no presume de tan buena puntería, certeras son solo las flechas hechas de tinta y papel, y si de lo que se trata es de ofrecer verosimilitud a los personajes, es necesario mimar un poco más el flirteo. 

¿Qué opináis vosotros? ¿Habéis leído algún libro en el que la relación entre sus protagonistas no os haya convencido? Por cierto, ¡feliz Día de San Valentín, lectores!
Este artículo se publicó en el desaparecido Diario El Tiramilla el año pasado. Me he permitido rescatarlo, con alguna modificación, para el día de hoy. 

El cáncer en la literatura

04 febrero 2014

Cáncer, maldita palabra, cien veces maldita. Tres personas muy cercanas a mí han padecido esta cruel enfermedad; una perdió la guerra, pero dos la ganaron. Y es que vencerlo es posible, pero hacerlo no es nada fácil. Quienes hemos vivido de cerca este dolor lo sabemos. Sabemos que después de la sorpresa inicial, del tratamiento, de sus secuelas, viene la incertidumbre. Esto es algo que nunca termina de despedirse, que se resiste a decir adiós, que te obliga a estar siempre alerta… pero si me preguntáis, sí, claro que sí, esto se puede superar. 

Hoy, en el Día Mundial contra el Cáncer, me gustaría dar desde estas líneas muchísimo ánimo a aquellos que lo han padecido o están luchando contra él, así como a todas las personas que acompañan, de un modo u otro, a estos héroes de la vida, a estos supervivientes de carne y hueso de los que son reflejo los de papel.

Y es que no pocas obras tratan esta enfermedad en sus páginas: el cáncer ha sido y es un tema recurrente.

Albert Espinosa, ese escritor del que ya os he hablado más de una vez, escribió hace años el libro El mundo amarillo, obra en la que narra su lucha contra el cáncer en la adolescencia. También es el autor del guión de mi queridísima Planta cuarta, película dirigida por Antonio Mercero.

El cáncer en la adolescencia es un tema que hemos podido ver de la mano de Hazel y August en Bajo la misma estrella, de John Green, un libro que llegará a la gran pantalla muy pronto. También los niños, no olvidemos que es una enfermedad terriblemente cruel, sin conciencia, lo padecen y así queda recogido en novelas como Dos semanas con la reina, de Morris Gleitzman, o Esto no es justo, de Sally Nicholls, libros que os recomiendo.

Ojalá un día el maldito cáncer sólo sea un signo del zodíaco y un tema sobre el papel, algo que ya se haya superado con creces en la vida real. Mientras ese momento llega, que estoy segura de que lo hará, mandemos fuerza a todos los que están en plena batalla porque juntos podremos vencerlo de una vez por todas y relegarlo al plano de la ficción.

Imagen: Pinterest.