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La piel dorada, de Carla Montero

30 septiembre 2014

Horribles asesinatos conmocionan Viena. Karl, inspector de policía, se hace cargo del caso. Los crímenes son idénticos al cometido cuatro años atrás contra la esposa del príncipe Hugo von Ebenthal. Éste, que ha vuelto a la ciudad, es el principal sospechoso. 

No será el único. Inés, la musa y amante de uno de los pintores más famosos de la época, será también objeto de la investigación. La enigmática y bellísima mujer supondrá todo un rompecabezas para Karl. Y es que las víctimas tienen algo en común: son modelos de artistas a las que instruye Inés en La Maison des Mannequins.

Carla Montero se sumerge en la Viena del siglo XX y, aunque el escenario bien podría ser otro, como París, logra un buen contraste entre el ambiente de opulencia, en el que se mueven los protagonistas, y el de miseria de la época. Así, asistiremos a fiestas junto a artistas, en casa de la tía de Hugo, Kornelia, pero también visitaremos otros lugares con personajes igual de extravagantes, pero menos pudientes. 

La piel dorada es una novela de ritmo pausado en la que la trama principal se ve ralentizada al detenerse el narrador en las vidas de personajes secundarios que, pese a que son importantes para descubrir quién es Inés, no llamarán la atención del lector. Aunque la historia se cuenta desde la tercera persona, también conocemos de primera mano el caso a través del testimonio de Karl y del propio asesino.

Es la primera obra que leo de la autora madrileña y he pasado sus páginas muy tranquila, despacio. No ha sido hasta cerquita del final cuando ya he cogido más velocidad. Creo que le falta un pelín de agilidad a la historia y algo de fuerza a los personajes que, en general, son insulsos. 

Sin embargo, este libro está bien para aquel que busque una novela ligera porque los ingredientes están bien mezclados, se consigue el equilibrio entre lo policíaco y lo romántico: la novela se deja leer y es entretenida, aunque le falta cierto empuje. 

Chicas de Brooklyn, de Gemma Burgess

05 agosto 2014

Pia se desmadró en la última fiesta. Las fotos de la juerga han sido subidas a Facebook, su jefe las ha visto y la ha despedido. Ahora está más que desesperada. Apenas lleva una semana en Nueva York, el sueño de su vida, y todo se ha ido al traste. Por si esto fuera poco, sus padres le dan un ultimátum: si no encuentra trabajo, vuelve con ellos a Zúrich. 

Por fortuna, contará con la ayuda de sus compañeras de piso, sus mejores amigas. Será con su apoyo con el que saque adelante un negocio de un camión de comida rica, pero saludable: Ruedas Flacas. 

Chicas de Brooklyn, de Gemma Burgess, es una lectura idónea para esta estación, sobre todo, por la frescura de sus personajes: cinco veinteañeras recién licenciadas que tratan de hacerse un hueco en el mundo profesional mientras lidian con sus problemas personales, casi siempre amorosos. Estamos ante unos personajes femeninos bien construidos que se diferencian entre sí. 

En esta primer entrega conocemos muy de cerca a Pia, que nos narra la historia. Ella es la inmadura del grupo, porque aunque evoluciona, la verdad es que su personalidad no termina de encajar. Digamos que es la mar de exagerada y le va mucho el drama: es la hiperbólica de las cinco. Por otro lado tenemos a Angie, la mejor amiga de Pia, la que mejor se lleva con ella, obsesionada con la moda y alocada; Julia, la más responsable, la que nunca pierde el control; Coco, la hermana de Julia, la más inocente y dulce; y Maddie, independiente, seria y fría. 

Otro punto atractivo es el escenario. Nueva York es la ciudad de los sueños, esa que todos conocemos, aunque nunca hayamos puesto un pie en ella. A pesar de tener un papel secundario, sin duda es el telón de fondo perfecto. Esto junto a ese grupo de amigas hace que el libro me haya recordado de forma ligera a Sexo en Nueva York, una de mis series favoritas, pero el parecido es muy superficial: aparte de esos dos aspectos, poco más tienen que ver. 

Encontramos en sus páginas romance, pero no en cantidad: no es el eje sobre el cual gira la historia, aunque hay un exnovio al que Pia no ha podido olvidar y un chico nuevo con el que puede que surja algo más. 

Ahora bien, lo que falla en Chicas de Brooklyn son las situaciones: son tan surrealistas a veces, que no despiertan la carcajada, más bien la incredulidad. Estamos ante un drama más que un libro hilarante, que nos hará sonreír en algunos momentos y que despertará nuestra curiosidad. Si bien se deja aquí la historia de Pia cerrada, hay otras tramas abiertas protagonizadas por sus compañeras de piso: serán ellas quienes narren las siguientes entregas, cada una centrada en un personaje distinto.

Aunque es un libro refrescante, le falta un poquito de fuerza, pues no es hasta la mitad cuando esa Pia y su aventura al volante del camión de comida parece más interesante volviéndose más ágil. Con todo y con eso, es una novela veraniega, porque es muy ligera y entretiene, hace olvidar el calor.