Palabras

17 mayo 2009

Para algunos no valen nada, no lo discuto pues hay palabras que se las lleva el viento; para otros tienen un gran valor y desde tiempos remotos, basta con recordar la famosa frase "Te doy mi palabra" pronunciada por cientos de caballeros de la Edad Media...y de la Edad Moderna.

Todos hemos pensado o dicho alguna palabra de la que nos hemos podido arrepentir o a lo peor, todos nos hemos quedado con alguna palabra que nos hubiese gustado decir. ¿Qué hacemos con esas palabras que ya hemos dicho pero que nos gustaría no haberlo hecho? Porque las segundas tienen remedio, nunca es tarde, pero y ¿las primeras?.


El almacen de las palabras terribles
de Elia Barceló es una de esas cinco obras que me regalaron en la 39 edición de la Feria del Libro de Málaga. Talia es una joven adolescente que se arrepiente de haberle dicho a su madre unas terribles palabras que, según ella cree, hacen que se marche de casa. Pablo por su parte, se ha peleado con su mejor amigo.

Ahora ambos están en coma haciendo un viaje que cambiará sus vidas para siempre. A Talia le hará madurar y a Pablo le enseñará a saber valorar lo que tiene a su alrededor. Pero sobre todo, los dos descubrirán la importancia de las palabras en un lugar donde no todo está perdido, un sitio oculto, un viaje al interior... se trata del almacén de las palabras terribles.

Mientras ellos buscan solución a sus problemas, a esas palabras que nunca deberían haber pronunciado, sus familias se enfrentan a otras barreras. Una separación, el valor de la amistad, la importancia de reconocer los propios errores y la valentía de enmendarlos...

Una obra "pequeña", sólo tiene 118 páginas, pero "grande" por su contenido. De fácil lectura, recomendada a partir de los doce años es una de esas novelas que te enseñan a crecer.

Posdata virtual

-Os dejo una entrevista de Elia Barceló publicada en Juvenil Romántica, un blog que recomiendo que visitéis.

-Sé que no es un libro pero al fin y al cabo... la música también es un arte y esta canción de Jason Mraz fue una de las que me acompañó mientras leía El almacén de las palabras terribles.

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